Participantes
De 2 a 7 persona/s
Precio
2 personas: 575€
Persona extra: +155€
Niños (10-17): +85€
Menores de 10 años: gratis
Para grupos mayores de 6 personas contacta con nosotros
De 2 a 7 persona/s
2 personas: 575€
Persona extra: +155€
Niños (10-17): +85€
Menores de 10 años: gratis
Para grupos mayores de 6 personas contacta con nosotros
Entre 8h y 9h
Nivel y duración de la caminata: 3 horas, moderado.
INCLUYE
Guía profesional, transporte, menú tradicional, selección de bebidas y agua.
LUGARES
Monte Ulía, San Pedro, Museo Albaola, San Juan, Hondarribia.
Desde el centro de San Sebastián partiremos hacia el barrio de Gros y, desde allí, comenzaremos al ascenso al monte Ulia desde Sagües. Recorreremos a la inversa el Camino de Santiago del Norte (o de la Costa) así que no te extrañe toparte con peregrinos que han elegido esta ruta tan diferente y verde a la de los campos castellanos del Camino Francés.
Paseo por la costa
Se conoce de muchas formas esta ruta pero el nombre más frecuente es “Ruta del Faro de la Plata” pues finaliza junto al faro de 1855 situada a la entrada del puerto y el fiordo (sí, un fiordo como los de Noruega) de Pasajes. El recorrido no es exigente, sólo al principio hasta alcanzar la cota media del monte, y te mostrará todo un repertorio de calas, acantilados, formaciones de roca arenisca, los restos de un antiguo acueducto y de antiguas fortificaciones.
Cazando ballenas
Tras cinco kilómetros de recorrido, llegaremos a Pasajes San Pedro (situado justo enfrente de Pasaje San Juan, que tiene ese aire tan veneciano) y a Albaola, un astillero tradicional que construye en madera réplicas de antiguas embarcaciones vascas. La visita a Albaola es opcional pero creemos que os puede volar la mente cómo un puñado de ingenieros y carpinteros utilizan herramientas anticuadas para construir ¡un barco ballenero del siglo XVI!
Nuestra pequeña Venecia
Como sabemos que Pasajes San Juan es muy tentador nos acercaremos hasta este pueblo de una única calle (¡no exageramos!) de la forma más rápida: a bordo de una pequeña barca motora que da servicio a los vecinos. En unos minutos nos sumergiremos en la atmósfera de este pueblo de raíces medievales, callejones y túneles que rebosa historias de marineros, piratas y cazadores de ballenas. ¿Sabías que Victor Hugo, autor de Los Miserables, vivió en Pasajes San Juan? ¿Y que el marqués de La Fayette se embarcó en Pasajes rumbo a Estados Unidos para participar en la Guerra de Independencia? Una vez en Pasajes San Juan, haremos lo que hacen los locales. Tomar un pintxo acompañado de un vaso de refrescante sidra vasca escanciado como Dios manda: dejando un metro de altura entre el vaso y la botella. Luego viene lo más sencillo, brindar (decimos ‘topa!’) y beberla de un trago para aprovechar las burbujas resultantes del golpe. Sabemos que será un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo ;-)
Nuestro pequeño Everest
En Pasajes San Juan nos montaremos en la furgoneta y os llevaremos hasta nuestra siguiente parada… pero por el camino más largo (y el más espectacular): por la carretera de montaña y costa de Jaizkibel, el tercer monte costero más alto de España. Y así, tras una subida y una bajada llegaremos al último pueblo situado junto a la frontera (natural, el río Bidasoa) con Francia.
New York Times estuvo aquí
La ventaja que tiene Hondarribia es que es un único pueblo pero parece dos: uno es un burgo fortificado medieval ubicado en la parte más alta (tiene murallas, calles empedradas, cuestas, balcones de madera llenos de flores, un palacio del Emperador Carlos V que esconde tapices basados en pinturas de Rubens…) y el otro es un pueblo pesquero típicamente vasco (casas blancas, ventanas de colores, una gran esplanada arbolada en la que, antiguamente, se vendía pescado; bares diminutos con pintxos de ensueño…) hoy convertido en un polo de atracción gastronómica. A causa de lo primero (por estar fortificado) Hondarribia ha sido testigo de decenas de batallas; a causa de lo segundo (su puerto pesquero), Hondarribia ha sido testigo de algo mucho mejor: cómo sus bares y restaurantes se convertían en una referencia gastronómica mundial alabada hasta por el New York Times.