Participantes
De 2 a 8 persona/s
Precio
2 personas: 545€
Persona extra: +155€
Niños (10-17): +85€
Menores de 10: gratis
Para grupos mayores de 6 personas contacta con nosotros
De 2 a 8 persona/s
2 personas: 545€
Persona extra: +155€
Niños (10-17): +85€
Menores de 10: gratis
Para grupos mayores de 6 personas contacta con nosotros
Entre 8h y 9h
Paseo por la naturaleza para todos los niveles (2-3h)
INCLUYE
Guia profesional, transporte, menú tradiciional, selección de bebidas y agua.
LUGARES
Puerto pesquero y zona histórica de Hondarribia, Monte Jaizkibel.
Partiremos hacia Hondarribia, el último pueblo (o el primero, según se mire) antes de la frontera francesa. Hondarribia nos obliga a hablar del mar y de su compleja relación con los vascos. El Cantábrico ha sido y sigue siendo un lugar de trabajo, diversión, vida, muerte y gastronomía. Todo cabe.
La montaña secreta
A lo largo de nuestra excursión de tres horas por la costa de Hondarribia veremos cuevas, acantilados, faros, formaciones rocosas que parecen talladas por un artista y hasta praderas que sirvieron para que gente como Roland Garros (aviador y millonario) aterrizara en 1911 y salvara su vida. Te hablaremos de todo ello, de cómo los vascos siguen pescando el bonito (white tuna) con métodos tradicionales (con una caña y de uno en uno) para que el género llegue perfecto a las pescaderías.
Gastroclub privado
Tras la caminata estarás hambriento, lo sabemos. Para remediarlo acudiremos a un ‘club privado’ al estilo vasco: una sociedad gastronómica o, en euskera, ‘txoko’. ¿Qué es una sociedad gastronómica? Muy sencillo: un lugar con una cocina profesional y amplios comedores en la que los vascos amantes de la cocina (y que no son cocineros profesionales) se han reunido durante décadas para comer, beber, hablar, cantar y un muy largo etcétera. A cualquier hora y en cualquier día. Aunque las sociedades gastronómicas son clubes privados, nosotros te brindamos la posibilidad de participar en este acontecimiento cultural local para que comas (si puedes), bebas (si puedes), cantes (eso es fácil) o rías (eso también) como un vasco.
Nos dará la bienvenida Fernando, un Obélix vasco que, se cree, de niño cayó en una cazuela de marmitako y gracias a ello obtuvo el superpoder de amar la cocina y, por supuesto, la comida en todas sus formas. Fernando nos preparará una auténtica cena vasca usando productos típicos de temporada (y kilómetro cero, ¡por supuesto!), verduras de las huertas de Hondarribia y pescado del mercado del puerto que habremos visitado al amanecer (los peces madrugan, qué se le va a hacer).
¿El menú? Sencillo y delicioso como la misma esencia de la cocina vasca: anchoas, ensalada de tomate de huerta (ya sabes, esos tomates que todavía tienen sabor a tomate) con atún en conserva casero, rape al horno y, de postre, pantxineta (una tarta típica de Gipuzkoa con hojaldre, crema y almendra tostada).
Un pueblo con suerte
La ventaja que tiene Hondarribia es que es un único pueblo pero parece dos: uno es un burgo fortificado medieval ubicado en la parte más alta (tiene murallas, calles empedradas, cuestas, balcones de madera llenos de flores, un palacio del Emperador Carlos V que esconde tapices basados en pinturas de Rubens…) y el otro es un pueblo pesquero típicamente vasco (casas blancas, ventanas de colores, una gran esplanada arbolada en la que, antiguamente, se vendía pescado; bares diminutos con pintxos de ensueño…) hoy convertido en un polo de atracción gastronómica. A causa de lo primero (por estar fortificado) Hondarribia ha sido testigo de decenas de batallas; a causa de lo segundo (su puerto pesquero), Hondarribia ha sido testigo de algo mucho mejor: cómo sus bares y restaurantes se convertían en una referencia gastronómica mundial alabada hasta por el New York Times.
Tocará regresar a San Sebastián y lo haremos por el camino más largo (y el más hermoso): la carretera panorámica del monte Jaizkibel, el tercer monte costero más alto de España y una de las áreas del Cantábrico con mayor biodiversidad.